miércoles, 9 de julio de 2014

Un cipoleño en Brasil

 En este mundial muchos hinchas de Cipolletti pudieron cumplir el sueño futbolero. Con mucho esfuerzo peso sobre peso fueron construyendo un sueño en realidad. A continuación dejaremos un relato particular, una experiencia única e inolvidable que un hincha vivió de cerca los goles de Messi con la Albinegra brillando en su pecho.


  Cuando en 2007 se designó a Brasil como organizador del Mundial 2014, muchos nos dijimos “hay que ir”, teníamos claro que era difícil pero había que estar. El primer día de 2014 charlando sobre la “locura de ir al mundial” conseguí compañía. En varias oportunidades se me han presentado designios difíciles de explicar y sin dudas éste iba a ser uno de ellos sino cómo se explica que al evento más importante que existe para un futbolero tendría como compañía a un ferviente hincha de Deportivo Roca.
 Yo desde el primer día tenía decidido pisar el estadio brasileño con la camiseta de Cipo, sólo dudaba si llevar la titular o aquella completamente negra con letras rojas. Mi acompañante decidió llevar su insignia naranja. En este panorama no era sencillo definir qué escribir en la bandera. La resolución fue salomónica “Patagonia Río Negro”. Cuando acordamos pensé para mis adentro que sólo le iba a faltar tres palabras “Capataz de la” y no pude evitar sonreír.
 A medida que se acercaba el 25 de junio y el partido ante Nigeria mi ansiedad crecía a límites insospechados, aunque buscara disimularla de alguna manera. Mientras la mujer de mi vida terminaba de pintar las letras de la bandera que íbamos a llevar yo jugaba con mi nena. Ya rumbo al sueño de años no aguanté y en el Aeropuerto de Neuquén saqué las primeras fotos que se repartieron a los afectos mediante el celular.
 En el pre embarque que nos llevaría de San Pablo a Porto Alegre nos encontramos con medio centenar de nigerianos que iban a ver el partido. Sin dudarlo me puse la camiseta de Cipo y saqué la bandera argentina para inmortalizar ese momento, inmediatamente los nigerianos se sumaron a las fotos con esa buena onda que solía observar por televisión.
 Ya en Porto Alegre y rumbo a la cancha, rodeados de argentinos, se acerca un muchacho y me dice: “a pesar de que nos han dejado afuera un montón de veces, yo te saludo porque acá somos todos argentinos… soy hincha de Villa Mitre de Bahía Blanca”. Fue el primer reconocimiento en “tierra enemiga”. Cipolletti decía presente en el mundial de Brasil. Un detalle: mi acompañante que llevaba una remera naranja no tenía la misma suerte en reconocimiento, está claro que la historia pesa; hasta sospecho que algunos holandeses lo miraron con cariño…
 “Yo sabía que esa era la camiseta de Cipo, la venía mirando hace un par de cuadras y le dije a ella” Ella era su esposa, ambos eran de Choele Choel.
 Entrar a la cancha fue impactante, por el imponente escenario y por saber que estábamos en presencia de un acontecimiento tan histórico como inolvidable. La salida de los equipos y la entonación de los himnos fue aún más emotiva de lo sospechado. El gol de Messi a los 2 minutos sirvió para poner a prueba mi garganta; el empate nigeriano junto al grito de los brasileros sólo tocó aún más mi orgullo y el grito por los colores casi me dejó sin voz antes de los diez minutos de juego.
 El tiro libre de Messi antes de que termine la primera parte fue una obra de arte. El entretiempo sirvió para darme cuenta dónde estaba parado y hasta pellizcarme para confirmar que no era un sueño.
 El segundo tiempo fue una fiesta. Más allá del empate rápido de Nigeria que despertó a los brasileros, el gol de Marcos Rojo nos dio más aire para cantar y cantar. Ver a casi todo el estadio Beira Río de Porto Alegre cantar “el que no salta es de Brasil” es uno de los tesoros futboleros más preciados.
 Es justo reconocer que en un momento se escuchó con fuerza “soy brasilero, con orgullo y con pasión”, pero a medida que el recuerdo todavía fresco avanza no puedo evitar una mueca de sonrisa ya que la respuesta inmediata fue “Maradona es más grande, es más grande que Pelé”. Un detalle: la señora brasilera que estaba abajo mío se dio vuelta al escuchar el canto y movió la mano derecha en típico gente que traduciríamos como “más o menos”. Pero había algo más en ese gesto, algo implícito pero muy claro a la vez, algo que imaginábamos pero que ahora lo estábamos comprobando: ese cantito les duele mucho.
 El final fue a pura orquesta. Revoleando la bandera por nuestra cabeza y gritando con el corazón. Un espectáculo realmente imborrable. Con el paso del tiempo este partido épico tomará aún más importancia. No todos tienen la chance de ver a Messi en su resplandor en una Copa del Mundo, sin dudas soy un afortunado y hoy con orgullo puedo decir “yo estuve ahí con mis colores queridos”.
 Con el paso de los día y en medio de una Copa del Mundo que sin dudas será inolvidable, yo me quedo pensando que lo imposible cuesta un poco más… pero es posible.

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